30.8.06

Tania Muñoz Marzá

El tema de la oposición entre estructura e historia o entre estabilidad y cambio, me recuerda a una discusión que mantuve en un tren durante mi primer año de Universidad acerca de qué era y para qué servía la historia. Obviamente no trata de eso este capítulo aunque sí es cierto que de alguna manera me parece que se construye una síntesis entre conceptos que pueden parecer opuestos y que a su vez puede ser de gran utilidad para el estudio del hombre desde diferentes disciplinas.


Lo que aquella mañana no supe explicar, aunque ha seguido rondando por mi cabeza mucho tiempo después es que tal y como explica Sahlins, y de una manera que de tan simplificada pueda parecer errónea, tanto estructura como historia forman parte de algo común de forma que, al querer comprender cualquiera de estos dos conceptos completamente necesitemos muy probablemente del otro.


En este sentido me parece interesante la historia de los primeros contactos con ingleses en Hawai propuesta para mostrar las posibles interrelaciones entre ambos, en lo que se refiere a que los cambios en las categorías culturales al reproducirse e incorporar nuevas aportaciones no dejan de ser cambiantes de manera que las propias estructuras de esa cultura se ven modificadas. Esto significaría por otra parte que estas categorías han sido arbitraria e históricamente creadas y cuyos contenidos van siendo continuamente revalorizados por los propios portadores de esa visión.


Desde este punto de vista me parece importante recordar en la concepción que cada uno tiene de lo que le rodea y en el caso del científico social en la utilización de categorías a priori universales, a veces se olvida que su propia mirada está cargada en cada mínimo movimiento de toda una herencia cultural y por tanto histórica que serían pues las gafas o el filtro a través del cual puede observar (aunque quizás debería decir “apreciar”) ese mundo. Por ello me parece adecuado el pensar que una ciencia que estudie al hombre pueda reconocer en su metodología esta tara de fábrica y no por ello dejar de ser menos científico. Por ejemplo en el caso del concepto de religión, cabría preguntarse hasta qué punto es ésta entendida de manera equivalente por las diferentes culturas del mundo.


Por último no puedo acabar sin dejar de repetir que me fascina la idea de que al mismo tiempo que cada ser humano está reproduciendo su herencia cultural, este acto es sin embargo un proceso y solución original de cada individuo acerca de un mundo que de tan inmenso continúa desfasando una y otra vez nuestras fronteras del lenguaje y nuestra manera de clasificar el mundo.